El Tesoro de 100 Megas
(Y el Viaje a Buenos Aires)

💾 La Leyenda del Disquete ZIP y el Pánico Porteño

Estábamos diseñando los artes finales de unos envases para una marca importante. Hoy, esto sería un PDF de alta resolución que subirías a un servidor. En aquel entonces, era un compendio de archivos de diseño, tipografías y enlaces que no cabían en un disquete normal (los de 1.44 MB, ¿los recuerdan?).

La solución de vanguardia era el Disquete ZIP. ¡100 MB de pura capacidad! Era como llevar una caja fuerte digital. El key visual, las líneas de corte, las tintas especiales, todo el trabajo de semanas, estaba comprimido en ese único cartucho plástico. Era nuestro tesoro.

El plan era sencillo (y peligroso): viajar desde Paraná a Buenos Aires, llevar el disquete ZIP en mano, y entregarlo personalmente en la imprenta, que era un verdadero monstruo industrial.

Llegamos a la capital. Un día de calor infernal. Con mi compañero (el director de arte), bajamos del bus o del avión (ya la adrenalina borró ese detalle), con la carpeta de pruebas impresa bajo el brazo y, por supuesto, el disquete ZIP, custodiado como si fuera la joya de la corona.

🥶 El Silencio del Lector de Discos

Entramos a la imprenta. Un lugar enorme, lleno de ese olor a tinta fresca, ozono y papel. Nos recibe el encargado de pre-prensa, un hombre canoso y serio que parecía haber nacido rodeado de planchas offset.

Sacamos el disquete de su estuche, lo entregamos con la solemnidad de quien entrega un testamento. El técnico lo inserta en su flamante (y carísimo) lector ZIP...

Se escucha el característico clack-clack-clack de un disco intentando ser leído...

...y después, el silencio.

Intentó una vez más. El mismo sonido. Un pitido de error. Lo sacó, lo miró con desprecio, y sentenció, sin levantar la mirada:

"Muchachos, este disco está muerto. Está corrupto. Acá no hay nada."

El pánico que nos invadió fue una reacción física. Era el año 90 y algo, no había internet en el móvil, no había Dropbox. Todo el arte final de la campaña, el que se iba a imprimir ese día, se había desintegrado en un trozo de plástico de 10x10 centímetros.

🏃 La Solución (La Única que Había)

¿Qué hicimos? Corrimos.

Llamamos a la oficina en Paraná. Les explicamos la tragedia. Ellos no podían simplemente "enviarlo por correo" (una transferencia FTP de 100MB hubiera tardado días). La única solución real fue hacer el proceso a la inversa, a contrarreloj:

  1. La oficina en Paraná tuvo que quemar el archivo en un CD-ROM (¡otra tecnología de riesgo!) en otro computador.

  2. Tuvieron que conseguir un mensajero que tomara el CD-ROM, se fuera al aeropuerto o a la estación de bus más cercana, y lo enviara de emergencia a Buenos Aires.

  3. Nosotros, en Buenos Aires, tuvimos que esperar más de 12 horas a que llegara ese mensajero con el CD.

Pasamos la noche en la imprenta, bebiendo café malo y viendo cómo las enormes máquinas seguían girando, esperando nuestro maldito CD.

Al final, el mensajero llegó, el CD funcionó (¡milagro!), y la impresión se salvó por horas. Pero esa noche entendí algo fundamental sobre el futuro de nuestra profesión.

💡 La Gran Lección del Fundador

El fracaso del disquete ZIP no fue una falla tecnológica; fue una falla de dependencia física.

Hoy, todo está en la nube. Un archivo está en el servidor de California, de Dublín, de Tokio. Es casi incorruptible. Pero el pánico de perder un trabajo vital por un error en un medio físico nos enseñó que:

El backup no es una opción, es una religión. Y la descentralización de la información es la mayor victoria de la publicidad digital sobre la análoga.

Por eso, en Publicistas Digitales, no solo hacemos estrategias, también somos obsesivos con la redundancia, la seguridad y la transferencia fluida de datos. Porque sabemos lo que se siente que todo tu trabajo se esfume en un clack-clack-clack decepcionante.

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